30 dic 2010

La noche.


Acostada escucho pasar los autos y el  caer de las gotas de la lluvia en el techo.

La melancolía se abraza a las cenizas que caen del viejo árbol que está frente a mi ventana.
El café nocturno se volvió a enfriar dejando hielos a su alrededor. Cosa común en una noche de rocío y de intensas heladas fuera de casa.
Pensando qué hacer y básicamente cómo actuar cualquier persona se cansa de dar y no tener nada a cambio, solamente ver al tiempo en el vacío de los fracasos. Pero.. sin embargo yo sigo. Yo sigo esperando.
Sueño e imagino un mundo donde las nubes estén en el suelo, y la tierra en el cielo. Sueño en un campo de estrellas en forma de acordes donde vos y yo miremos la luna y descifremos cada mensaje de los atardeceres.
Aunque todo esto es mi imaginación. Cada vez que busco avanzar hasta tu lugar, vos te vas hacia el camino más largo que a mí me cuesta llegar. Un camino de errores e ignorancia en sus rincones. Un camino donde vos sos el juez y yo la víctima. Donde vos sos el ángel y yo simplemente la persona que observa detalladamente cada centímetro de tu rostro.
Es difícil tratar de entender la relación que existe entre nosotros en una noche glacial en la que habitan los recuerdos, la añoranza y este frío en las manos no me permite ni escribir.
Hay un sentimiento intacto de comprender que en el mundo las alegrías no sólo están en tu sonrisa, sino que también en el aire. Y que aunque encuentre la paz en algún lugar y en otro tiempo, van a quedar las letras volcadas en una hoja blanca, diciéndote algo. Pero eso, son sólo las palabras que cruzan por un puente indescriptible para llegar a tocar tu alma.
Tengo miedo de envolverme en la memoria de los tiempos pasados y ostentar la felicidad que en ellos existían, de borrar nuestros pasos de las calles donde los árboles quedaban cubiertos de versos que decíamos sin sentido, sin un por qué, sin una explicación, simplemente nos mirabamos y nos reíamos de cualquier cosa mínima que veíamos pasar.
Las dudas van surgiendo a lo largo de la madrugada. Entiendo que el problema no sos vos. Es el tiempo que nos separa. Son las mañanas que existen propicias al olvido. Son  las conversaciones que no tienen sentido para una situación sin principios. Son las miradas que se cruzan con el viento y no dejan mensajes a través de él. Somos enemigos del destino que nos va convirtiendo en extraños, que nos va separando en una infinita línea de distancia. Somos compañeros de una vida monótona cada vez más errante.
A mí me basta mirarte así, tan distante, tan lejano a mí, para saber que existe una luna, y que tal vez algún día deje de brillar cuando corras por ese camino que intento llegar para que tu mano y mi mano se unan y vuelen a otro mundo, donde la cobardía no esté esperando en las esquinas manchadas con barro, donde las esperanzas revivan en cada caída, donde mis ojos puedan penetrar los tuyos y donde finalmente pueda darte un abrazo.


              




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